Nevado del Ruiz (13.11.1985)
Su rostro es un reguero de tiempo coagulado.
En él quedó la furia, ese fuego volcánico que desatado
se desborda, vómito que amedrenta su propio paraíso,
desposee, arroja a la muerte, a la miseria de los pecios
una vida amasándose lentamente,
una barca forjada y embreada contra los agujeros de la nada.
Belleza leviatana.
Y, sin embargo, ella, resucitada del hueco de la escoria
bajo un techo de tela
se ha comprado un chifonier de madera dorada
en donde guarda coloridos vestidos pintando
el abandono, cuidando del potro que ha nacido
y del marido enfermo, enseñando orgullosa
un bello gallo enhiesto
que le regaló Castro por su mucha entereza,
un barbudo bermejo
que, al raso, ha fundado un harén de plumas y de huevos
de donde han de nacer los hijos que no tuvo
ella, con su rostro encendido de carencia y de surcos,
le planta cara al viento
que la curte y le anuncia los años que aún le quedan.
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