Antologías

Radical 3 Poètiques Alquímiques, Promarex edicions, Barcelona 2021

Edición de Jaime D. Parra

I

Bajo la arena se resiste un árbol a la muerte

que ayer reverdecía hacia lo azul o hacia la lluvia

de hace algunos años, cuando aún sus raíces

se aferraban a la hondura del desierto,

y apenas sospechaba que aquel que alimentaba

la savia de sus venas

lo inclinaría, una vez despojado de sus ropas,

de los jugosos hijos que le daban sentido,

lo posaría como a un muerto

sobre tersa llanura, y envuelto con sus velos

haría de su bello esqueleto una escultura

transitoria,

que los ojos recorren con la bruma del espejismo

de un inconmensurable mar:


esas crestas doradas, las suaves hondonadas,

como grandes ondas de olas lentas

que borran los caminos, que ciegan horizontes,

ese concierto cómplice entre el viento y la arena

que avanza,

que invade los baldíos jardines,

la casa abandonada,

el pasado que moró a la sombra

entre dulces paredes.

Que todo lo devora para crear belleza de lo inerte.

II

Sobre un suelo rocoso se yerguen árboles

de piedra,

-que quizás conocían la historia del árbol

engullido-,

fornidos y altivos se presentan ante el viento

y la lluvia

que perfilaron azarosamente sus contornos.

El sol en la mañana ilumina los enormes cantos

como extremas caderas,

la piel de roquedales rojos que miran a lo lejos

las lomas verdecidas, extrañas al desierto

como la flor rebelde que brota inaprensiva

de una pequeña grieta.

Como un escarabajo que con su nimiedad

y su negrura

soporta sobre su espalda el peso de la niebla

para así conquistarla, hacerla suya.

Y es que de algún lugar lejano también se percibe

una brisa, una esencia de nube, una vieja

nostalgia de humedad.

III

El silencio es inmenso como oración

secreta e interior

habitando la ausencia en una catedral

asilvestrada de paredes como tirabuzones líquidos

que se hubieran cuajado sobre roca

que lentamente, a través de los siglos

el viento mueve, esparce y desordena:

Y se labraron y se siguen labrando,
circundando un espacio recóndito

a cuyo centro llega

triunfante desde el ojo de la Naturaleza

un haz de luz que ciega de belleza.

Y así compensa, así redime al hambre monstruosa

de la arena dorada,

o a la desangelada e inhóspita arena cenicienta

de otros muchos desiertos.

Del libro de poemas "Lugares que amar", In-Verso ediciones, Barcelona, 2022