Publicaciones - Grietas de Luz

Presentaciones del libro:


  • Centre Cívic Can Roca, Castelldefels
    30 de abril de 2016
    • Por Agustín Calvo Galán


"Como anhela la cierva las corrientes de las aguas,
así te anhela mi alma, ¡oh Dios!"
Del Libro de los Salmos, 42

Toda poesía es un anhelo de conocimiento, al menos, la buena poesía, aquella que nos puede hacer vibrar o hacer sentir amplificando lo que, como lectores, sentimos en un momento determinado o a lo largo de nuestra vida.

La poesía, como el anhelo de la cierva, del Libro de los Salmos, busca en las corrientes a veces turbulentas del pensamiento, el lenguaje y los conocimientos para entender y expresar todo aquello que nos sucede o que sucede en la realidad, pero también en todo lo que no es realidad tangible. A una parte de esa realidad no tangible hemos convenido en llamarla espiritualidad, transcendencia, etc., en cualquier caso, realidad en las fronteras entre lo conocido y lo desconocido.

Y, precisamente, en relación a la transcendencia, la pensadora y poeta María Zambrano propone en su idea de "razón poética" que el descubrimiento de lo sagrado solo puede ser una revelación poética. He aquí las dos cuestiones de las que quería hablar en relación al último libro de Goya Gutiérrez: el lenguaje poético y lo sagrado.

Y es que en estas Grietas de luz se sirve del lenguaje poético, más allá de la metáfora o de las bellísimas imágenes que va creando en el libro, nada más y nada menos que para transitar por lo desconocido. Pero, alguien preguntará ¿cómo se puede transitar por lo desconocido? O mejor aún ¿por qué o para qué transitar por lo desconocido? Pues, en primer lugar, precisamente porque el acto supremo de la creación ha de estar basado en proponer algo nuevo (y, por tanto, desconocido hasta la fecha), todo lo demás serían obviedades y evidencias, o ¿no es obvio lo que ya conocemos? Y, en segundo lugar, porque lo evidente y la poesía casan mal. En cambio, la poesía puede hablarnos de lo no evidente o de lo inefable, por contradictorio que suene describir con palabras lo inefable, como la que Goya nos presenta en su último libro.

Pues bien, en ese transitar por lugares en los que nunca hemos estado, Goya emplea una de las metáforas más antiguas (o el rito más antiguo) que ha usado la humanidad para acercarse a lo sagrado: adopta la forma o el ser de los animales, así por el libro transitan pájaros, topos, grillos, luciérnagas, mariposas y, ¿cómo no?, la dulcísima y frágil cierva que anhela el agua.

Por otro lado, Goya Gutiérrez inicia su exploración desde lo más cercano, desde la cotidianidad, por ejemplo, del despertar de cada día, de la ducha y del tren que la lleva a la ciudad, desde el que todos nos podemos sentir identificados; y desde ahí va a continuar avanzando, pero ya explorando aquello que anhela conocer de lo desconocido, desde la belleza de la palabra poética y las contradicciones del mundo en relación a su apariencia o lo confuso de las experiencias sensoriales. Y, gracias a la maleabilidad del lenguaje poético, a la manera del oxímoron o la paradoja, la autora puede explorar las contradicciones de la existencia sin incurrir en incongruencia o en invalidación de los contrarios.

Al fin, consigue adentrarse en el terreno de lo inmaterial, pero siempre desde un punto de vista absolutamente personal, no condicionado por ninguna tradición filosófica o religiosa, lo que convierte este libro de Goya Gutiérrez no solo en algo único, sino que la excepcionalidad de su poesía se muestra en su anhelo de ser, por encima de todo, una forma de transcendencia a través del conocimiento y las contradicciones de la existencia.


Agustín Calvo Galán